martes, 20 de septiembre de 2011

Sobre saludo y calificaciones


-¿Cuál fue el gesto que tanto le ha gustado?
-Ella vino a saludarme, y también saludó a mi amigo, no lo conocía, pero hizo el gesto elemental de no ignorar la presencia de alguien, esperando quizá que se lo presentara. Se puede ver la esencial cualidad de una persona en el leve intersticio en que da la mano y saluda.
-¿Y los demás?
-Nada, como si ahí hubiera una silla vacía.
-¿Y usted cree que de haber sido alguien, digamos, de cierta importancia, lo habrían saludado?
Mínimo, y es probable que le conversaran.
-O sea que la mujer que saludó no andaba midiendo conveniencias, sólo vio a un prójimo.
-Ni más ni menos y es mucho. Solo por amistad y por prójimo amor respetado  sobreviene el gesto feliz de saludar.
-Así visto, cuánto dista la buena noche deseada del espurio cálculo de quienes ordenan a la gente en una especie de ranking según el cual las tratan.
-Inmunda ralea, mercaderes del templo.
-Quizá lo peor no sean ellos sino los que por acción u omisión los dejan avanzar.
-¿Qué se esconde en eso? ¿No le parece que una intención igual solo que no lograda, al menos por el momento?
-La mujer para la cual el otro ahí era un alguien, y no un escalón o una puerta abierta es la dignidad que se lleva, y no cede. Celebro por por tanto ese gesto que está diciendo cuánto los inhabituales contertulios  de arrimadas connivencias muestran, o demuestran, para cándidos ojos o tolerantes y peligrosos engaños, sus rastreras hilachas, sus fatuos brindis mentidamente libres en caudales de frases remanidas. Tanto asquea que un lacayo fascinado por un cortinado de terciopelo, hable de emancipación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario