viernes, 16 de noviembre de 2012


Estoy, hoy, y me quiere acallar qué reverbero

Hoy estoy, voy a insistir, y me anclo o anido en la somnolencia de unas velas

cuyas lumbres me deparan menos que límites,
irradiantes descripciones y no menos ahítas imágenes
por escribir en la oscuridad misma,
en el saber trabajosamente adquirido de la escritura al tacto.
Y en ese tocar me afirmo, sobre ritmos maltorcidos y cuántos males derivados
extinguidos por ventura en este hoy ínfimo o alto
cuando salen las letras palpables del ciego fondo, sin lucecitas vesperales o ilusorias.

Nada me cuesta continuar. O sea, por más interdictos que disparen,
está la luz en plena luna nueva, está en los oscuros intersticios,
se vierte siempre buena.
Vale su solo estar.

Por eso mismo contesto contra el aviso de que por corte finado o mentido, se impida la respuesta.

Luz es luz, y aun aminorada, turbia o entredicha, luz es luz y siempre acude, encandilante de temblor. 
Vale por valor sumo entreverada en maravilla o desencanto. Luz más luz brillando suma sobre el fondo asqueroso de tinieblas podridas.

Qué cautivo interdicto u omisión habría de soslayarla. Luz es luz en una arenisca turbia donde el artista esperó misericordia, que, contra toda previsión de falsos y serpentosos,  le llegó, apurando tardanza. Le llegó, alta y victoriosa.
 
Y por tanto, luz es luz aun por velas soportada
aun si avisan que cortajeada onda alzaría sombra sucia.

Invencible luz. Vale y vale solo por nomás. Corte de luz o similares no nos escatiman, para  lo que importa. Porque la tentativa de  fumigadas vías y expectantes auroras, nos ha sido deparada como bienaventuranza a los que nos atrevimos a trepar, terrosos y secos pero plenos, para oír la voz despeñándose en firme ladera de alta sierra, múltiple montaña.

 

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